Él llena el vacío
La psicóloga Madeline Levine notó la «esconde navaja» de una chica de quince años: una camiseta de manga larga hasta la mitad de la mano, usada comúnmente por los que se autolaceran. Cuando la joven se levantó la manga, Levine se sorprendió al descubrir que había grabado «vacía» en su antebrazo. Se entristeció, pero también dio gracias de que la chica estuviera dispuesta a recibir la ayuda que necesitaba con desesperación.
Cuando no puedes continuar
En 2006, a mi padre le diagnosticaron una enfermedad neurológica que le quitó la memoria, el habla y el control de los movimientos de su cuerpo. Quedó postrado en 2011, y mi madre continúa cuidándolo en casa. El comienzo de su enfermedad fue un tiempo oscuro. Yo tenía miedo; no sabía nada sobre cuidar enfermos, y estaba ansiosa por las finanzas y la salud de mi mamá.
Dios sana lo roto
Carlos y su esposa recorrían la tienda de artesanías, buscando un cuadro para su casa. Él pensó que había encontrado la obra justa, y llamó a Julia para que la viera. Del lado derecho estaba la palabra gracia, pero en el izquierdo había dos roturas largas. «¡Ah, está roto!», dijo ella, mientras empezaba a buscar otro. Pero él señaló: «No. Esa es la idea. Nosotros estamos rotos, y entonces aparece la gracia… se terminó el problema». Y decidieron comprarlo. Al llegar a la caja, la empleada exclamó: «¡Uy, no, está roto!». «Sí, y nosotros también», susurró Julia.
Aceptado y aprobado
De niño, Tomy se sentía inseguro. Buscaba la aprobación de su padre, pero nunca la recibía. Parecía que todo lo que hacía, fuera en la escuela o en casa, nunca era suficientemente bueno. Incluso al llegar a la madurez, la inseguridad persistía. Se preguntaba continuamente: ¿Valdré algo?
Nuestra verdadera identidad
En la pequeña tienda de su pueblo, el hombre escogió primero una caja de pesca, y luego la llenó de anzuelos, corchos, líneas y plomos. Por último, agregó carnada viva, una caña nueva y un carrete. «¿Ya pescó antes?», preguntó el dueño de la tienda. El hombre le dijo que no. «Mejor agregue esto», le advirtió el dueño. Un kit de primeros auxilios. El hombre aceptó y pagó, y partió hacia un día en que no pescó nada… excepto cortes en los dedos por los anzuelos.
¡Déjame quedarme!
Mientras iban camino al auto, Santi se soltó de la mano de su madre y corrió como loco hacia la puerta de la iglesia. ¡No quería irse! Su mamá fue tras él y trató de convencerlo para que pudieran irse. Cuando por fin logró alzar a su pequeño de cuatro años, este lloraba desconsolado y estiraba los brazos hacia la iglesia mientras se alejaban.
Poderoso y lleno de amor
En 2020, el volcán Sangay, en Ecuador, erupcionó. La BBC detalló: «la oscura columna de humo alcanzó una altura de más de 12.000 metros», y cuatro provincias (unos 800 kilómetros cuadrados) quedaron cubiertas de cenizas y hollín. El cielo se puso gris y sombrío; el aire era sofocante y hacía difícil la respiración. El granjero Feliciano Inga describió la escena en el periódico El Comercio: «No sabíamos de dónde venía todo ese polvo […]. Vimos que el cielo se oscurecía y tuvimos miedo».
Nada puede separarnos
Cuando el padre de Pris respondió al llamado de Dios a la obra misionera en una pequeña isla de Indonesia, toda su familia se encontró viviendo en una choza arruinada que antes se usaba para animales. Pris recuerda celebrar la Navidad sentados en el suelo y cantando mientras el agua de la lluvia goteaba del techo de paja. Pero su padre le recordó: «Pris, ser pobres no significa que Dios no nos ame».
La creación maravillosa de Dios
Mientras caminábamos con mi esposa junto al río que pasa por la ciudad donde vivimos, vimos unas «amigas» que disfrutaban del sol apoyadas en un tronco junto a las aguas ondulantes: seis tortugas grandes. Ambos sonreímos al ver estos reptiles que no habíamos visto por meses. Nos encantó que estuvieran de vuelta, y celebramos con asombro y alegría la magnífica creación de Dios.
Buenas noticias
En 1941, mientras el régimen de Hitler se extendía por Europa, le pidieron al novelista John Steinbeck que ayudara en el esfuerzo de la guerra, pero no peleando ni visitando a las tropas, sino escribiendo una historia. Así surgió La luna se ha puesto, una novela sobre una tierra pacífica invadida por un régimen malvado. Impresa en imprentas subterráneas y distribuida en secreto en los países ocupados, su mensaje era que los aliados ser acercaban, y que al imitar a los personajes de la novela, los lectores podrían asegurarse su libertad. Así, Steinbeck llevaba buenas noticias a los pueblos bajo el régimen nazi: su liberación estaba próxima.